Belén Gómez de la Torre (Perú)
2019
Este tema forma parte del proyecto [otél sabóį] Partituras para el diario de un espacio, donde por 8 días se registraron los sonidos de un espacio en el ex-Hotel Savoy en el Centro de Lima. En el espacio se iban montando los sonidos de cada día y añadiendo el registro de algunas calles o avenidas principales del centro (Tacna, Abancay, Callao, Ucayalli, Jirón de la Unión, etc.). El espacio en el ex-Hotel Savoy estuvo abierto para que las personas que quieran y puedan intervenir el diario sonoro del Hotel Savoy. Podrían hacerlo interpretando partituras con instrumentos dispuestos en el espacio, con la grabación de su voz, siguiendo instrucciones o simplemente ingresando al espacio. Además se invitó a un músico durante cada día para intervenir el diario sonoro.
“Éten” fue compuesto con parte del material registrado durante los 8 días del proyecto [otél sabóį] junto a vientos andinos, teclados, theremin y bombo. El tema fue presentado junto a otras ediciones el último día de la muestra.
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¿Dónde terminan las ciudades? Según el horizonte que nos planteemos, la cuidad puede terminar no solamente a las afueras sino muchas veces adentro, concéntricamente hacia sus microcosmos. Existen muchas posibilidades de analogías para los mundos sonoros que conviven en diferentes escalas, ajenos muchas veces, interconectados otras, paralelos en sus propios sistemas de organización, sus propias jornadas de producción, sus momentos de ebullición y de calma. El universo de los insectos, el mundo de las máquinas por dentro, la vida cotidiana en los conjuntos residenciales, su dinámica interna y sus flujos horarios. El andar de un caracol por un tronco cuesta arriba en el parque y el carácter del follaje de los árboles evolucionando junto al tumultoso ajetreo de los centros educativos, sus silencios y sus ecos. Las descargas eléctricas en las conexiones sinápticas del cerebro, el sonido eléctrico de los grillos en las selvas nocturnas bajo pasto y las luces de las luciérnagas en otras selvas. Un agotamiento plácido al final de la jornada vital, la inercia de la saturación de estímulos sonoros superpuestos. La mente es una máquina de tragamonedas psicodélica, un pinball-rockola que dispensa muñecos de peluche a cambio de monedas a la medianoche en una estación de buses, colmena de viajeros que regresan a sus casas desde los centros hacia la periferia. El tintineo es una de las capas de plástico acaramelado que nos adormecen, las luces de las ciudades cercanas a lo lejos es otro enjambre, el viento trae los sonidos ásperos y huecos desde las estribaciones andinas, detrás de ellas se revela un gran latido que organiza ahora los distintos niveles, las distintas escalas y superposiciones, a medida que se acercan al vacío. La cuidad mental termina con el sueño de un bosque oriental, alienígena y pentatónico , que está siendo soñado por Akira Kurosawa desde el siglo trece, donde los sonidos son luces que viajan a ciegas entre los árboles carnívoros de la ciencia ficción, llegando ya (el ritmo de la respiración transmitido por radio de onda corta) al corazón de los Andes.